VOLUMEN 0

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Para

aquellos

a quienes

se les niega,

se les impide,

se les confunde

o se les prohíbe

la luz del

Sol. 

 

¡Dios, qué hermoso eres!

  

La esencia divina,

remanso eterno de paz.

 

por 

 

Dedicatoria especial:

A mi querida esposa Mª del Pilar,

de quien he recibido el aliento
brotado de su fervorosa y diaria
oración mariana.

 

Rimante. 

 

 

Madrid, 2006.

 

 

Rimante.

 

Yo soy Rimante, casi vate,

de una España prosaica,

donde sus poetas la ensalzan

y sus escritores la mutilan,

describiendo sus andanzas

en bajezas

y esperanzas puestas

más allá de la muerte esquiva.

Hasta mí hubo tardanza

en llegar a diferencia cualitativa

entre poeta y rimante,

pues, mientras que para el primero

la rima es mucha y repentina,

para el segundo, su torpeza, sin métrica,

es única alternativa.

Ante el Filósofo Rancio,

del siglo dieciocho,

sucumbí enardecido

más que por sus formas,

por su profundo sentido,

y, ahora que me encuentro

ante tantos libros

que de él han carecido,

ni poeta ni escritor me llamo

sino Rimante, a secas,

porque así lo he decidido.

 

 

PRESENTACIÓN OBLIGADA

 

            El primer Volumen de esta  pretendida colección, estudio más o menos docto de los temas que trata de afrontar, aparece con el nombre llamativo de ¡Dios, qué hermoso eres!, pues, mientras la mente y el corazón se detienen en contemplarlo, otros, por desgracia, pasan de largo, dudando acaso hasta de la existencia de este maravilloso Personaje.

            Sorprende también que el primer Volumen aparezca después que se han publicado algunos otros  por encima de la media docena, colocándolo en el primer lugar, como presidiendo a los demás.

            Y más aún sorprendente, que aparezca con el nº 0 (Volumen 0). Todo tiene su explicación, que ni Volumen se debiera llamar la pretensión que sobrepasa el deseo de definir lo indefinible, y aquello más allá del mismo concepto,  que por hundirse en lo eterno e infinidad, las alforjas del pretencioso autor, se encuentran vacías de ideas ante el hecho de saber que queda y quedará siempre infinito por decir y lo que se dice no llega ni a grano de arena.

            Hoy día en que hasta desde las más altas instancias, se dejan caer recomendaciones para que se hable más de Dios, orillando otros temas que usurparon su lugar, más bien se debiera aclarar que “el deber de hablar” se debiera sustituir por el de “intentar hablar”, dignamente de este Ser excepcional, uno y único. Y que ante la imposibilidad de poderlo hacer tan dignamente, nos queda el recurso de la imitación humilde de los pasos de Cristo, Dios-Hombre,  aún con la impronta de valorar en su justa medida la recomendación de aquel “sed perfectos como el Padre celestial es perfecto”. que, ahí queda eso, siempre, nos será imposible conseguirlo perfectamente en este mundo. Solo Cristo, coincidiendo en misma sustancia y esencia con el Imitado, pudo decir que quien lo viera a Él veía al Padre y quien le escuchaba a Él escuchaba también al Padre.

            Dicho esto, solo me queda agradecer al Venerable P. Juan Eusebio Nieremberg, S. J. aquella unción y maestría con que allá por el año 1641, editó su incomparable obra, “De la Hermosura de Dios y su amabilidad por las infinitas perfecciones del Ser divino”, y que retomo en la edición del año 1905, con las especificaciones que en su  Introducción hace el padre Miguel Mir, S. J. a las que me atengo. Tomo de esta obra excepcional, los nombres de los capítulos, (a veces resumidos), su disposición y, sobre todo, trato de expresar lo mismo, aunque de diferente manera, el contenido de los mismos sobre este tema tan candente y siempre actual, como es el de Dios.

            Añado un último tema o capitulo final, “Y fuera de ti, Señor, fealdad”,  como contrapunto a la belleza divina, esto es, la debilidad moral, como fealdad del hombre.

No he podido evitar citas esenciales y literales de autores consagrados aunque fueran largas, con tal de compensar mi mal hacer con lo que ya hace muchos años, incluso siglos, estaba dicho tan sentida y bellamente.

            Aparte alguna licencia “rimante”, me he permitido, al final de mi atrevido escrito, reseñar breve y biográficamente, las  figuras de algunos personajes citados o aparecidos en la Obra original y en la versada. Todo vaya por el caldo de cultivo de unas Humanidades que se atienden tan poco en estos tiempos. Y en cuanto a la forma expresiva de algunos versos que pudieran parecer irrespetuosos, me atengo a la confianza filial que he tenido con mi Padre, con mayúscula. Y aunque no soy la Esposa del Cantar, me guió el afecto que rezuman sus acentos amorosos y místicos..

            Con estas palabras, solo me resta desearles provecho y  fruición al contacto con Dios: Aunque solo fuera por esto último, pienso que mi esfuerzo burló todos los controles de sacrificio y trabajo, y mereció la fiesta permanente de escribir, mal o bien, sobre Dios, que a su vez aunque solo resultara una idea, es la más tonificante, y placentera que existe. Estoy seguro que si nos llenamos de este Dios, sobran las más bellas ideas que pacen en este mundo egoísta  y consumista.

            Asumo personalmente la responsabilidad de las formas y el fondo que se viertan en esta obra, que de no estar conformes al espíritu del P. Nieremberg, desde este momento las destierro y me pongo a disposición para corregirlas o aclararlas, ante mi Santa Madre la Iglesia a la que amo con toda mi alma, por encima de reclusionismos sacristaniles y concienciales a la que algunos quisieran reducirla.

 

            RIMANTE.

 

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